Historia:
El Espíritu de elaboración artesanal de los primeros maestros roneros
Don Manuel Quevedo Alemán (1872-1968), del cual se decía un hombre adelantado a sus tiempos, funda en 1936 la fábrica del Ron Aldea en el municipio gran canario de la Aldea de San Nicolás de Tolentino. Nacido en Arucas, emigra muy joven a Cuba pasando en 1888 a Santo Domingo, donde, en ambos lugares, ejerció labores en el mundo de los ingenios azucareros.
Tras el regreso de las Antillas, a principios del siglo XX, trabajó a la sombra de su padre y su tío José Alemán, propietario de la fábrica azucarera de Bañaderos, tomando más tarde la dirección de la importante fábrica de la ciudad de Guía (Gran Canaria) adquirida en 1909 por el empresario inglés Mr. Leacock. Entonces, con 37 años, Quevedo ya era un más que reconocido maestro del azúcar y el ron.
Esta fábrica, bajo la dirección de Quevedo, estuvo a pleno rendimiento durante cuatro años, pero debido a los efectos negativos de la primera Guerra Mundial, en 1916 la producción era casi nula, produciéndose el cierre y venta de la fábrica en 1919 al financiero portugués Enrique Figueroa Dasilva, quien se lleva los principales bienes de equipo y con ellos a Quevedo, a la isla portuguesa de Madeira. Todo ello, coincidía con el fin del segundo ciclo de la caña de azúcar en Canarias, donde ya en 1920, habían cerrado las principales azucareras.
Quevedo y su familia van a estar allí unos 15 años, desde 1919 a 1934, y será el director de la fábrica azucarera de Sao Felipe (Funchal), propiedad del referido industrial Figueroa Dasilva, donde seguirá acumulando experiencias en la destilación de aguardiente.
En 1934, tras la quiebra económica de Figueroa, Manuel Quevedo tiene que regresar a Canarias con su familia. En este momento, con la experiencia acumulada anteriormente y con la idea de continuar en el mundo azucarero y de la destilación, comienza a desarrollar el proyecto de la fábrica del Ron Aldea, la cual abre sus puertas en 1936, coincidiendo con un nuevo ciclo de la caña de azúcar en Canarias.
Don Manuel se distingue de la competencia internacional por la incorporación de un método no común en las elaboraciones de los destilados, la Destilación Directa del Jugo de Caña. Por regla general para la fabricación de aguardiente en las principales regiones azucareras se usaba y sigue usándose la melaza residual del azúcar para aprovechar al máximo la materia prima. Lo que pretendía don Manuel para la destilación era la utilización del jugo o “GUARAPO” de la caña recién molida y no de la melaza residual, con lo que el producto mantenía el sabor y aroma puros de la caña dulce.
La fábrica de Ron Aldea comenzó a producir más cada año que pasaba a medida que los agricultores locales vieron en la caña dulce un cultivo alternativo a la crisis que se estaba produciendo en la agricultura de exportación, principalmente el tomate. Tal es así que a final de los 40 y principios de las 50 se llegaron a producir la cantidad de 200.000 litros en una sola zafra.
Entre 1954 y 1956 se produce el traspaso de la fábrica a la sociedad agrícola Rodríguez Quintana, quienes realizan una profunda remodelación de la industria con un nuevo edificio, un nuevo alambique, cubas y depósitos de almacenamiento, pero eso sí, manteniendo a Quevedo como director técnico. Esta nueva sociedad comercializará el producto bajo la marca comercial de Ron del Charco.
A partir de este momento se produce un notable descenso de la producción local de caña de azúcar por la competencia de los tomateros, teniendo la necesidad de adquirir caña fuera de la Aldea e incluso en otras islas. Finalmente, la fábrica tuvo que cerrarse sobre 1960.
El Ron Aldea en La Palma
Seguidamente al traspaso de la fábrica a mediados de los 50 es Don Carmelo Quevedo, hijo de Don Manuel, quien se va a la Palma con la marca Ron Aldea, dando lugar un segundo ciclo en la historia y producción de este producto.
Unos años más tarde, en 1969, un hijo de Carmelo, José Manuel Quevedo Hernández, se traslada también a la Palma para continuar con esta historia familiar hasta la actualidad. Hoy en día, José Manuel junto a sus hijos, una cuarta generación, mantienen vivos el espíritu de los primeros maestros roneros.